¿Quién no tiene alguna tarea pendiente por terminar que pesa un poco más que las demás? ¿Sabés lo que es procrastinar? En esta nota te contamos por qué a veces nos cuesta cerrar algunos temas más que otros y cuál es el origen de esta evasión que muchas veces no logramos detectar.
Procrastinación: ni pereza ni mala organización, una problemática emocional
Hace algunos meses Julio y Florencia, dos integrantes del equipo de marketing, compartían ideas sobre la posibilidad de escribir esta nota. Como todo contenido informativo requería su esfuerzo de investigación, búsqueda de referentes, entrevistas, ejecución de escritura, validaciones y producción gráfica: sin dudas una gran carga de tareas. Entonces, después de pensarlo mejor analizando tiempos de calendario de publicaciones, decidieron avanzar con otros contenidos que tenían listos para agilizar la dinámica de todo el equipo de producción y dejar este para más adelante…
¿Cuántas veces te pasó que tuviste temas pendientes por cerrar y pospusiste la tarea? Desde algunos tan simples que no atendiste por su sencillez hasta los más complejos que requerían tu mejor esfuerzo y para los que no lograste dar el primer paso. Esos momentos tan recurrentes son acciones que sabemos que podemos realizar pero que por distintos motivos no hacemos.
Eso es procrastinar: un proceso de postergación en el que cambiamos una acción incómoda por otras más irrelevantes o incluso agradables. El término en su significado completo se relaciona con la ansiedad que nos produce una tarea que tenemos que finalizar pero que no logramos concluir o, algunas veces, comenzar. Eso que no afrontamos la percibimos como estresante, y ese es el momento en el que la postergación cobra sentido y genera diversas justificaciones.
¿Por qué no es pereza?
La palabra procrastinar proviene del latín y significa postergar para mañana. Y si ahondamos aún más en su etimología, encontramos que deriva del griego antíguo y quiere decir hacer algo en contra de nuestro mejor juicio. Esa es la base de esta evasión: sabemos que nos va a causar un daño y aún así lo hacemos. No es pereza, procrastinar es una acción que aparenta ser consciente, pero que no lo es. Fuschia Sirois, profesora de Psicología en la Universidad de Sheffield, afirma que “procrastinar habla de nuestra incapacidad para manejar estados de ánimos negativos en torno a una tarea”.
Cuando la tarea no resuelta fatiga nuestros pensamientos
Esa aparente postergación simple relacionada con nuestra incapacidad de poder concluir lo que deberíamos puede producir una fuerte incomodidad emocional que dispara preguntas que nos asedian y ponen en duda hasta nuestro comportamiento más básico y esencial:
¿Estoy organizando mal mi tiempo?
¿Por qué los demás pueden y yo no?
¿Qué tan mal habla de mí no poder terminar con esa simple acción que ocupa gran parte de mi día en mi mente?
¿Voy a poder terminarlo algún día?
¿Cómo sería hoy mi día si hubiera hecho eso que pospuse una vez más? Si no hice eso, menos voy a hacer esto…
La frustración que crece internamente tiene como inicio el momento en el que decidimos evitar esa realización y sus consecuencias pueden ser graves porque no solo nos incomoda, sino que impide realizar otras actividades, lo que finalmente nos genera insatisfacción, inseguridad y una fuerte sensación de estancamiento.
Cuando procrastinamos no dejamos de afrontar un pendiente, sino las emociones negativas que ciertas tareas crean en nosotros. Lo que creemos que es un problema de gestión del tiempo enmascara el enfrentamiento a un sentimiento que elegimos evadir por algún motivo.
A medida que esquivamos obligaciones que no estamos dispuestos a realizar creamos pensamientos rumiantes. Estas ideas inconclusas agrandan el círculo vicioso que no encuentra salida hasta convertirse en hábito crónico que puede producir:
- Estrés
- Baja autoestima
- Depresión
- Hipertensión
- Enfermedades cardiovasculares.
Nuestra mente, las amenazas y una ilusión de doble personalidad
Por irónico que parezca, procrastinamos para evitar sentimientos negativos pero solo creamos un problema mayor a largo plazo sintiéndonos peor y con consecuencias más graves. Inconscientemente le damos prioridad a necesidades inmediatas solo para aplacar los malos sentimientos que generan algunas tareas en nuestra vida.
Como responsables de nuestra toma de decisiones y diseño de nuestro futuro está demostrado que somos menos capaces de tomar caminos bien analizados cuando estamos bajo el peso del estrés. Cuando hacemos frente a una tarea que nos incomoda o nos hace sentir inseguros una parte de nuestro cerebro detecta esa acción como una amenaza a nuestra autoestima y bienestar abriendo como una opción ideal eliminarla del presente. Se llama a esto “secuestro de la amígdala”, momento en el que este órgano percibe un peligro y nos aleja de él.
Una investigación de Hershfield demostró que a nivel neuronal imaginamos a nuestro yo del futuro más como extraños que como nosotros mismos, lo que nos hace creer que las tareas que no hagamos hoy, las hará un yo diferente. Esta fantasía de desdoblamiento de personalidad nos convence inconscientemente de que podemos no hacer eso que nos incomoda ya que en un futuro incierto lo hará alguien más.
Para dar el primer paso
La procrastinación es un problema de emociones y no de productividad, por eso podemos intentar organizar y reordenar nuestros tiempos y aun así no encontrar una solución definitiva. Nuestra mente siempre intentará encontrar recompensas y momentos de satisfacción, y lo va a hacer tantas veces como sea necesario siempre que sienta una amenaza o momento de incomodidad a su alrededor.
¿Se pueden evitar esos momentos en los que postergamos lo que tenemos que hacer? Es posible aunque no existen fórmulas precisas ni automáticas. Procrastinar no es solo organizar tiempos, es una problemática emocional, por eso, como un buen primer paso, te damos algunos consejos para que puedas organizar mejor tus pensamientos y alejarte de ese círculo vicioso pasivo de angustia:
- En la medida de lo posible, planificá con tiempo tus actividades del día siguiente.
- Organizá mejor tus jornadaa y anotá en una agenda las tareas que tenés que empezar o terminar. Verlas escritas te va a dar un ángulo diferente de racionalización.
- Lo que logres iniciar intentá terminarlo: empezar, ejecutar y concluir va a ser la base de tu progreso.
- No te olvides que lo que no hagas hoy se va a acumular en el futuro inmediato.
- Repensá internamente que esos pendientes que no realices van a ser una traba para los siguientes.
- Lo que no puedas hacer, postergalo con organización y anotalo para otro día, pero llevalo a la realidad con una fecha realista de ejecución.
- Premiate por los objetivos cumplidos que te costaron empezar y terminar.
Podemos organizar nuestro esquema de actividades y, si bien nos va a ayudar, no vamos a tener la solución definitiva porque nuestra mente siempre va a dar como opción silenciosa una salida a futuro mejor y más saludable en el corto plazo. La solución tiene que ser el ofrecimiento de lo que Judson Brewer, Director de Investigación en el Centro de Plenitud Mental de la Universidad de Brown, llamó “La mejor y más grande oferta”. Es entender racionalmente que los beneficios de hacer lo que tenemos que hacer hoy va a darnos un mejor futuro, uno diferente al que en primera instancia podemos evadir especulando sobre tareas incómodas que todos algunas veces tuvimos que hacer.
Referencias
National Library of Medicine | https://www.ncbi.nlm.nih.gov/
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