Trabajar y vivir haciendo lo que te gusta: una decisión feliz y saludable que no tiene fechas de vencimiento.
Historias de cambio: cuando decidís patear el tablero
¿Cuántas veces te imaginaste trabajando y viviendo de esa actividad que tanto te interesa y a la que no te dedicaste? Y si pudieras arrancar desde cero, ¿elegirías otra vez tu profesión actual? ¿Creés haber sentido alguna señal interna pidiendo un giro a tu carrera? Muchas personas trabajan de lo que quieren, pero muchas otras no, porque persiguen un objetivo particular o porque el destino los puso frente a oportunidades que tomaron y no dejaron pasar. Te contamos en esta nota la historia de dos socios de OSDE que se animaron a romper con su propia estructura eligiendo el camino más incierto, pero el que sentían que debían transitar. Contra el qué dirán y años de planificación, cambiaron el rumbo de sus profesiones animándose a patear el tablero.
El poder de la reinvención
“¿Y vos que vas a ser cuando seas grande?” Qué frase repetida, una que nunca faltaba en grandes encuentros familiares o de muchos amigos. La idea de ser algo, o más complicado aún, prediseñar nuestro futuro una década antes de dar el primer paso era un reto constante y había que saber qué responder sin mostrar dudas. La contestación podía cambiar con el tiempo, pero debía tener un nombre. Tener que saber con anticipación el rol que íbamos a llevar sobre nuestros hombros en el futuro y el reto de ser alguien se repetía en cada generación, una tras otra.
Desde jóvenes, y con el paso de los años, formamos inconscientemente la idea de qué profesión vamos a elegir. Vivimos en una sociedad que nos prepara desde muy corta edad para ser adultos, y esa tarea de la que nadie puede escapar siempre debió tener un rótulo, una clasificación. Esa profecía interna a veces crece lenta, hasta ser un proyecto moldeado con detalles precisos, pero a veces cambia, por gustos personales o por la incidencia de choques externos de nuestra experiencia, pero siempre es y tiene un nombre. Puede llamarse medicina, botánica o ingeniería, pero la respuesta a la pregunta incómoda nunca será un “nada, no voy a ser nada”.
Dos historias de vocación y valentía
“Estudié Economía porque no sabía muy bien qué quería estudiar, en todo caso me iba a servir para dar el salto a otra cosa…”, nos dice Lionel Caputo, un socio de OSDE del barrio de Florida que nos cuenta su historia. Él comenta que hasta que terminó el colegio secundario no supo con certeza el rumbo que le iba a dar a su profesión. Rememora, y entre sus recuerdos más sentidos, destaca un vuelo en un avión Cessna piloteado por la madre, a él haciendo avioncitos de papel tratando de mantenerlos el mayor tiempo posible en el aire y su colección de naves de juguete. Después de graduarse como economista terminó su maestría en Francia. Su futuro iba a ser bueno, prometedor, y con algo de suerte, sin sorpresas. Ese mandato social en el que Lionel vivía era fuerte, sólido, indiscutible, pero sobre todo, era el basamento de una tradición familiar con éxito profesional. Ya habría tiempo para esos sueños alocados que lo asediaban piloteando un avión o por qué no, alguna de esas naves que veía en sus historietas y pelis de las primeras de Star Wars.
Antonela Cappello nació en Lincoln, una ciudad tranquila de no muchas manzanas en el centro de la provincia de Buenos Aires. Su vida transcurrió jugando con sus hermanos y amigos en la vereda de su casa y haciendo algunas travesuras entre los vagones fuera de funcionamiento en la estación de la ciudad. Cuando le preguntaban qué iba a hacer cuando fuera grande, respondía sin dudarlo “¡voy a ser nutricionista!”. Su vocación de servicio era más fuerte que cualquier otro pensamiento o idea que pudiera tener. Sentía una firme necesidad de colaborar con los demás, y sus dudas sobre lo que había más allá de lo que podía ver la hacían reflexionar, a veces en silencio, y otras haciendo preguntas interminables. Siempre supo que después de terminar el colegio iba a estudiar una carrera universitaria, por eso en cuanto egresó, emprendió su aventura en la Universidad de Buenos Aires, primero en la carrera Ciencias de la Comunicación Social, después en forma definitiva en Relaciones del trabajo. Para poder mantener su vida en la ciudad y dar una mano a sus padres, comenzó a trabajar en la Gerencia de Recursos Humanos de una empresa de moda, hasta que su carrera tomó impulso y empezó a ocupar ese lugar tan buscado de joven profesional con muy buena proyección. Cambió de funciones ocupando roles de mayor jerarquía, pero no se sentía completa: no era feliz ni estaba apasionada. Su posición y status social habían mejorado, pero su vida en relación de dependencia estaba incompleta: sentía que su trabajo no tenía un fin ni objetivo como el que necesitaba. Intentó encontrar respuestas en libros de grandes maestros, estudió counseling y disciplinas holísticas que buscaban en las emociones el puntapié inicial de nuestras enfermedades. Antonela no sabía cuando, pero tuvo la certeza de que su destino iba a tomar otro rumbo diferente al que había elegido conscientemente algunos años atrás.
Cuando tu cuerpo te habla
Los sentimientos que necesitan ser expresados y que no decimos en palabras, muchas veces, brotan en el cuerpo a través de distintas señales. Estas manifestaciones no son otra cosa que la somatización de ese sentir, una conversión de esos silencios en afecciones físicas. Un estudio reciente de la Universidad de Ohio afirma que la insatisfacción laboral tiene un mayor impacto en primera instancia en la salud mental, y con el paso del tiempo, en la física. Los primeros síntomas de ese presente infeliz se pueden materializar en depresión, miedo y dificultad para dormir. A nivel físico la salud integral de esas personas también se ve afectada, sobre todo, en problemas posturales, enfermedades respiratorias, migrañas y trastornos cardíacos. “Trabajé 14 años en una empresa donde mi cerebro estaba apagado. En esa etapa de mi vida tenía problemas estomacales crónicos y mi humor era muy cambiante. Hoy no lo sufro más”, nos cuenta Lionel. Y agrega “como me dice mi psicólogo, somos muy buenos para mentirnos…”. Su proceso de ruptura con toda su estructura interna fue silencioso, pero activo, “por supuesto que este camino que hoy elijo no fue fácil, la angustia de romper con la seguridad es fuerte, pero con el tiempo sabes que el único camino para progresar es mirar para adelante, haciendo lo que te hace feliz”. Unos meses después de haber dado ese gran paso personal fundó su empresa de servicios de mapeo aéreo. Lionel es además parte del staff permanente de una importante compañía de drones con sede en Suiza.
Antonela nos cuenta “yo vivía enferma, con fiebre, gripes, descomposturas, nervios, ansiedad. Además no tenía energía, me angustiaba mucho y perdía la motivación todos los días. Ahora soy otra persona”. Ella está convencida de que su cuerpo expresaba la presión por lo que ella no podía aceptar, y en sus propias palabras, “un día entendí que ese no era mi camino, y empecé a preparar el cambio”. Después de unas semanas de haber decidido virar el rumbo de su vida estaba con más fuerza que nunca para tomar esa decisión que ella sabía que estaba ahí, pero que no se animaba a enfrentar, “fue ese el momento de mi vida en el que me dije a mí misma que si no hacía lo que sentía, no iba a poder vivir para aguantarlo, y si resistía, no iba a ser feliz…”. Unos años después Antonela renunciaba a su próspero empleo en una empresa internacional de cosméticos. “Fue inmediato, las cosas empezaron a elevarse solas sin que yo las fuerce. Empecé a trabajar en esta disciplina que amo, y nunca paré. Hoy, a pesar de no tener espacio para más consultas, diseño talleres y productos para poder ayudar a los demás, y tenemos un emprendimiento empresarial con mi pareja”.
Un presente auténtico y apasionado
Poder decir trabajo de lo que me gusta es difícil, pero no imposible. Cada caso es un universo y cada realidad, un nivel de dificultad diferente. Las historias familiares determinan en gran parte el futuro de las personas, pero no definitivamente. “Mi viejo era politólogo, y una persona reconocida y exitosa en lo que hacía, mis abuelos también, eso sin dudas pesa”, nos dice Lionel. Hoy entre viajes, su propia empresa y sus nuevos proyectos, ocupa, feliz, todo su día.
Antonela ya no vive en Buenos Aires, desde que se afianzó en su nueva profesión, y aprovechando el impulso de la pandemia, se radicó nuevamente en su ciudad natal. La mayoría de sus sesiones son digitales y eso le da la oportunidad de poder estar más tiempo con su hijo, hacer talleres, escribir, diseñar nuevas ideas y hasta llevar adelante su empresa familiar de juguetes creativos sustentables. “Mi vida dio un giro de 180°, todo lo que viví en mi etapa de estudio y trabajo en empresas me dio muchísimo, experiencia, amigos, y también fue la puerta para poder animarme a patear el tablero. No reniego de nada de lo que pasó, todo fue un puente para poder llegar hasta acá…”
Referencias
https://news.osu.edu/lousy-jobs-hurt-your-health-by-the-time-youre-in-your-40s/